domingo, 18 de julio de 2010

El peor cuento del mundo

Hace poco, poco tiempo, en un reino más bien cercano, existía una princesa hermosa como el sonido de los Ipods cuando se conectan a un equipo de sonido Bose. Hermosa, como un día fresco en Honda o como un día sin lluvia en Bogotá. Definitivamente hermosa.

Esta princesa tenía la particularidad de...ejem...pues no. Realmente no tenía ninguna particularidad. Era más bien como todas las princesas. Porque a ver, ¿Quién no ha visto una princesa? duhh...

Así que como no tenía tantas peculiaridades, pues era relativamente feliz. La gente la veía en la calle y decían: "¡Oh! ¡una princesa de lo más normal!" y ella tan solo sonreía y seguía su camino hacia el Éxito. Ah si. A la princesa le gustaba el Éxito porque allá dan puntos cada vez que uno compra algo.

En cierta ocasión, la princesa fue al Éxito con su amiga Karen. Karen era otra princesa que tenía un hermanito chiquito al cual le gustaban los Gogos, Gogos que daban en el Éxito y que tampoco vienen al caso.

Así que la princesa, que tenía un nombre casi casi tan hermoso como ella misma...-a ver...a ver ¿cómo le ponemos?...pero que sea así bien creativo...a ver...mmm...¡ya está! - la princesa se llamaba Clara...Así que la princesa sugirió que pasaran por la sección de champús, porque necesitaba ¡adivinen que! ¡claro, un champú!

Cuando llegaron, la princesa Karen le sugirió a Clara que compraran un champú mágico que repararía el daño de aaaaños en tan solo diez días.

-¿Tan solo 10 días?
-Así es mi querid@ lector/a: Solo diez días.

Esa misma cara que usted acaba de poner, la puso la princesa Clara al escuchar semejante milagro. 

-¡Es maravilloso! - dijo. ¡Estoy haciendo casi casi la misma cara de idiota del lector! ¡Solo que la mía es más bonita!

- #kesi - tuitearon en ese momento los twitteros de twitter. Porque...por si usted no lo sabe, eso es lo que los twitteros de twitter hacen...

Pues si. El caso es que la princesa tomó en sus manos el magnífico tarrito naranja y lo puso en el carrito amarillo que decía "Éxito".

Al día siguiente, la princesa comenzó el tratamiento. Era incluso mejor que todos los tratamientos que había probado: no tenía que decir palabras mágicas como "alacabula, mechicobula Bibbidi-Bobbidi-Boo", o subir hasta lo más alto de una...mata de fríjoles, habichuelas o cubios para matar a un gigante. No. No le pedían nada de eso.

La princesa, por supuesto, estuvo muy juiciosa durante los días siguientes pero en el día 9, su pelo era un tanto extraño. Le crecía y le crecía a una velocidad impresionante. Le crecía, si, pero no normalmente. Le crecía como las enredaderas. Le crecía rápido y enredadera-mente. Le crecía como el pelo del cuenta-huesos y las puntas se le achilaban así como cuando a uno se le achilan las puntas. Mejor dicho, se veía como así: (solo que más bonita)


Entonces la princesa se dio cuenta de que hasta ahora su historia no contenía escenas de sexo ni violencia moderada. Fue ahí cuando por fin entendió que estaba en la mala y que nadie la recordaría por una historia tan banal: tenía que hacer algo...y pronto.

Así pues, se encerró en lo más alto de una torre, pidió que le pusieran internet de alta velocidad y se cambió el nombre a Rapunzel. Desde entonces, nadie ha sabido nada de ella. Se dice que solo saldrá de la torre hasta que el peluquero real le de una cita o, en el peor de los casos, hasta que bloguee un cuento más malo que este. ¡Dios nos libre!

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