domingo, 19 de mayo de 2013

La «cosquillita»


La «cosquillita», las «maripositas en el estómago»... la tenia.

Esa rara sensación que se siente cuando a uno le atrae bastante una persona... A ver, señor lector: suspiremos juntos.



Pero, ¿de dónde viene exactamente esta sensación? ¿Es simplemente un impulso eléctrico que a unos los pone alerta y a otros nos paraliza? ¿Es acaso realmente la señal de que estamos enamorados? ¿Es la única y verdadera prueba de que uno quiere tener algo con el causante de sus cosquillitas?

Evidentemente no tengo la respuesta, pero examinemos las posibilidades...

1. Si fuera tan solo un impulso eléctrico, ¿qué nos estaría avisando? Si de algo estoy segura es de que nuestros sistemas de alarma biológicos son casi, casi infalibles. El cuerpo y la mente reaccionan siempre en formas inexplicables ante situaciones de amenaza. Como en el caso de la señora que arrancó la puerta de un carro para salvar a sus hijos después de un accidente. Ella se encontraba efectivamente en una situación de peligro y lo más probable es que su cerebro hubiese mandado un impulso a los músculos, pero... ¿y en el caso de las mariposas cuál sería el mensaje? ¿Acaso sería un «¡Cuidado! Sistema entrando en situación de vulnerabilidad» o quizás un «Alerta, alerta, usted está próximo a vivir una de las mejores experiencias de su vida»?

¡Es cierto! Para muchos la cosquillita representa sentirse débiles, cuando en realidad es el amor el poder que hace que nos sintamos las personas más fuertes del mundo, capaces de cualquier cosa. Para otros, vale más el vivir la experiencia, sin importar los resultados. Simplemente subir a la montaña rusa, independientemente de todo lo agradable o desagradable que pueda sentir durante el recorrido. Y para otros... es una mezcla de las dos sensaciones: vulnerabilidad y placer. 

2. ¿Entonces si no siento las cosquillas, no hay alerta de entrar en esa zona?
No lo sé. Tal vez sí es necesario sentirlas, lo que pasa es que a veces no las sentimos cuando creemos que debemos sentirlas o cuando asociamos el amor a las cosquillas. Las cosquillas NO SON el amor. Para mí, las cosquillas son el preludio de la atracción. Uno puede incluso sentir las cosquillas antes de entrar a un concierto de su amor platónico, pero no lo ama; le gusta, le atrae, que es distinto. Cuando uno está enamorado, mejora cosas automáticamente... cuando uno ama, automáticamente quiere que al otro le pasen las mejores cosas. Esa definitivamente no es la cosquilla... y tal vez es por eso que vivimos en el mundo de la confusión: algunas mujeres aún piensan que del sexo se pasa al amor («Si se lo doy, me va a querer») (Claro, si del sexo viniera el amor, no existirían ni las madres solteras ni las prostitutas) y no faltan los tipos que aún piensan que si nos dan tal cosa, las mujeres nos vamos a enamorar («Si le pago el celular, me va a querer»). Qué tristeza. Las cosquillas no tienen precio...

3. ¿Será que si mi corazón no se detiene al mirarlo a los ojos, lo debo mandar a la zona de amigos?

(Suspiro)

Posiblemente, sí. Pero no en todos los casos. En mi vida hubo alguna vez una excepción a la regla:

La primera vez que me vio, yo estaba parada en un escenario en 2006. Dudo mucho que él hubiese sentido la cosquilla, aunque tal vez un poco de novedad; no obstante, pasajera. No fue sino hasta casi cuatro años después que supe de su existencia. Cuando hablamos por primera vez, fui yo la que sentí una sensación inmediata de que el mundo podía ser un mejor lugar. Tanto fue así, que al rato me encontré con unos amigos que me preguntaron por qué estaba tan feliz y no pude explicarlo. Pero los días pasaban y él no demostraba interés. No veía una sola señal de su parte y aún así seguía insistiendo. Algunas amigas decían que no veían ni la más remota posibilidad... el tipo no me paraba bolas. No obstante, recuerdo estar sentada en el sofá de mi casa haciendo sinastrías y diciéndole a una de mis mejores amigas que el destino de aquel chico y el mío ya estaba escrito en las estrellas y que íbamos a tener algo. Tiempo después de cumplir un año de relación, le pregunté por qué nunca se había mostrado interesado al empezar a conocernos. Me dijo que yo le gustaba, pero que ni él mismo lo sabía. Aunque él y yo ya no estamos juntos, y es tan solo un recuerdo, aprendí que el amor no puede ser solo cosquillas. 

Desde luego, eso me pasó a mí... pero la otra cara de la moneda parece ser lo que sucede en nuestros días cada vez más frecuentemente: vivimos rodeados de seres que se atraen, creen que van a sentir algo y no luchan tampoco por sentirlo.

Ella le coquetea conscientemente a él, no le da una oportunidad de conocerlo, se obsesiona con otro y manda al primer personaje a la zona de amigos con la excusa de no sentir la cosquillita... pero le sigue coqueteando. Y ni hablar de los hombres que hacen exactamente lo mismo. Grave problema.

¿Serán seres poco dignos de conocer el amor verdadero (Sí. Es un eufemismo) o simplemente criaturas confundidas?

En estos asuntos nadie manda. Si uno sabe que va a dañar a alguien por no sentir las dichosas mariposas, mejor abstenerse de intentar algo... pero si uno no tiene la intención, ¿por qué negarse a vivir una experiencia de la cual aprender? Ahora, si sí las siente, pero por un tercero, que es lo que normalmente pasa (y la primera causa de envío a la zona de amigos, según mis estadísticas), lo mejor es agradecer y dejar que la otra persona pase la página.

Y en parte es que las películas, y una que otra novela, nos han hecho creer que el enamoramiento es siempre sublime... It's like people never fart! que las mujeres flotamos entre nubes y el cabello nos ondea con el sonido del viento, que los hombres cruzan la calle y el tiempo se detiene al estilo de Hollywood. Mi teoría es que (¡Ja! ¿teoría? ¡pfff!) los corazones se vuelven sublimes cuando permiten que el otro toque la puerta y entre, no cuando se meten a la nevera... pero si uno no toca, las puertas del cielo jamás se abrirán: «Hasta que no haya un "sí", todo es un no» o en otras palabras, si no hay espacio para las larvas, jamás podrán volar las mariposas.

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