martes, 18 de noviembre de 2008

La calle Palomar

Llevaba mucho tiempo tratando de encontrar un plan diferente, para encontrarse a sí misma. Un plan diferente para reconstruirse a sí misma. Por eso dijo "si". Pero mejor dejemos que sea ella, en primera persona, quien se escape de mi y os lo cuente (y ojalá con pelos y señales):

No quería hacer nada por la tarde. Había regresado del maldito pichal en donde trabajé estos cuatro meses. Lo odiaba. Era como haber amado el chocolate, pero haber consumido dosis altas de éste durante mucho tiempo. Ahora si que lo odiaba. Odiaba la calle destapada para llegar a él. Odiaba tener que mirar por la ventana del bus todos los días pensando en la canción de Alicia Keys "No One". Odiaba poner mi cara de tristeza y congelarme la nariz antes de las siete de la mañana. Sólo habian dos cosas que borraban, o mejor compensaban, aquel odio brutal que sentía al estar en ese sitio: la sonrisa de los niños y las mañanas en las que el sol le daba besos en la espalda a las montañas de Cota. El resto, era basura. El resto, era desolación.

Entonces, hoy por fin lapidé la maldita via que me embarró los zapatos en el último mes...y, luego de caminar bajo la lluvia de regreso a mi casa, me decidí a no hacer nada por la tarde, tal y como lo dije dos párrafos atrás.

LLegué y almorcé con él. Con el único hombre por el que arriesgaría mi vida llegados a este punto: con mi padre.

Todo el mundo sabe que vive conmigo. Pero nadie sabe cuánto lo adoro. Solo se lo he dicho a un novio al que también quise mucho. Y creo que nadie se atrvería a pensar que quiero más a mi padre que a mi madre...no sé por qué, pero lo quiero más. Cuando peleo con ella no me duele. Mas si peleo con él, vaya que error.

El caso es que, por cosas del destino, llamó ella -mi madre- y me dijo que acompañara a mi tía a reclamar unas cosas en la cooperativa de los maestros.
A pesar de que no quería hacer nada, acudí a la cita, y, cuando nos ibamos yendo, apareció Camilo y la saludó. Sorprendida por la coincidencia le dije: ¿Tu conoces a Camilo? ¡Él fue mi profesor de Cálculo en el ICEF! En fin. Luego de un momento de blas y de "La niña ya se graduó DE LA NACIONAL" y "La niña fue a Canadá" (y toda esa basura que odio que digan de mi - sobre todo en mi presencia) nos marchamos. Y en eso agrego yo: "Con ese man, yo nunca aprendí nada...solo espero que los del Thomas jamás digan lo mismo de mi...aj...a mi me iba bien en trigo (y reconozco que ahi pensé en Omar y en el maldito calendario matemático...y en que yo era la única estúpida que lo hacía) pero en cálculo jamás aprendí nada"

A ese fragmento de la conversación, le sucedieron alabanzas de mi tía sobre lo bueno que era que yo no hubiese estudiado matemáticas y la explicación (bastante larga, por cierto) de por qué esa idea loca (muuuuy loca para mi) se ME había cruzado por la mente alguna vez, y que nunca fue algo que MIS PADRES hubiesen sugerido.

En fin, cambio de tema.
Decidimos irnos a la Casa Silva. En la buseta le expliqué a mi tía parte de la teoría de los seis grados de separación (con el apunte de Truman Capote incluido, para no perder de vista el horizonte y no hacerla creer que facebook se ha inventado todo)... y seguí pensando en los extras de mi novela.

Llegamos al centro. Pero no encontrabamos el sitio. De noche todas las calles eran iguales en la Candelaria. Todas menos una. Una en cuyas letras se leía "Calle del Palomar" y más abajo 2-96. Suige por ahi, me dije. Y Palomar me llevó a casi literalmente (o literariamente) a mi propio destino.

Hacía mucho tiempo que no iba. Cuestión de años.
Dimos vueltas por el sitio. En una sala, estaban sentados los escritores. Supe que uno de ellos era escritor por su sombrero negro al mejor estilo Miller (Henry) y supuse que los demás estaban allí reunidos para ultimar detalles.
Entraron a la sala y empezaron esas largas introducciones que detesto. "El fulano que estudió tal cosa, en tal parte, cuya abuelita era la Sultanita, cuyo dedo gordo del pie tiene una uña encarnada y que finalmente, escribió tal libro"

Cuánto me gustaría que el autor fuese juzgado por su obra y no por su ser (al menos en primera instancia)

Ahhhh

Pero bueno. El punto es: Luis Darío Bernal Pinilla, se convirtió hoy en mi escritor colombiano favorito - al menos para la poesía- porque el altar mental que le tengo a Daniel Samper está difícil de ser superado-. Y es que, jamás jamás había oído yo a un Benedetti tan colombiano...a un maestro del humor pero también de la nostalgia.




Y así termina el día de mi Despalomada: con extras, coincidencias y perdida en la Calle Palomar.

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