viernes, 8 de febrero de 2013

La maldita palabra (Soundtrack edition)


Citándome a mí misma (¿qué tal ese ego? ¿ah?) he de decir: «Definitivamente esta palabra nos cagó la vida a las mujeres: “intensidad”».

«Usted es una intensa», «no haga esto o aquello porque va a parecer intensa», «qué pereza
Fulana, qué vieja tan intensa» y la peor de todas: «¿será que soy muy intensa?».

No digo que no las haya y no digo que así las quieran ellos… solo digo que no hay peor etiqueta que la autoimpuesta o que aquella que nos niega algún derecho.

¿Y qué derecho me quita el que me digan intensa?
Ninguno.
Ninguno, sí y solo sí no creo que lo sea.
Si me dejara convencer de que lo soy, yo misma estaría feliz con que me traten como quieran o con que creyeran de mí incluso aquello que no soy.

Señores: nos hemos cagado la vida con esa maldita palabra.




Pero si hay algo peor que le digan a uno que es intenso, es que le digan que está desesperado.
¿Desesperada por qué? ¿Por querer algo bueno para mí y quererlo ya?

(Inserte aquí risas mentales de programa de televisión de los 90).

¿Acaso no quieren todos los humanos ser felices y, ojalá, en el menor tiempo posible?

¿Quién dijo que hay un tiempo para empezar a que uno tome las riendas de su vida y que ese
tiempo vendrá solo cuando los planetas y el universo se confabulen? ¿Quién carajos dijo que
matrimonio y mortaja del cielo baja? ¿Quién mierdas se me cagó la vida haciéndome creer
que si saludo a un tipo en el Facebook no estoy dejando «fluir» las cosas o soy una intensa de
mierda?

¿Quién mierdas me va a decir a mí que no puedo decir las putas groserías que quiero decir
porque eso me quita eso que llamamos «femineidad»?

Entonces ahora resulta que soy «menos mujer» para alguien porque digo groserías, inicio las
conversaciones, escribo pendejadas en mi blog y no me tomo fotos pelando teta.

«Por eso es que no la llaman».

Pues si es así, entonces que ni me llamen… a la mierda los tipos que buscan a la tonta. Esos
no se merecen ni mi saludo ni mi respeto. A la mierda los tipos que lo mandan a uno a la
zona de amigos [Oh, oh I want some more]… ¿Qué se creen? ¿se les olvidó acaso que uno viene al mundo con los polvos contados? ¡Ja! Pues ni que fueran muy bonitos.

Suficiente tengo con mis propios prejuicios de lo que debo y no debo hacer… Suficiente tengo
con mi voz interior diciéndome todo lo que DEBO y NO DEBO hacer para agradarle a alguien,
como para que ahora vengan unas cacatúas a decirme que soy una intensa, que nadie me va a querer, que no puedo y un montón de pamplinadas más.

Les tengo noticias: soy una chimba. Se han tragado de mí tipos de todos los estratos, me han
mandado a la zona de amigos tipos de todos los estratos, me han querido tipos con mente
y hermoso corazón y he querido a esos tipos con mi mente y con mi pendejo corazón de
groserías. No me las sé todas en el amor y tampoco espero llegar a sabérmelas porque toda
la gracia se perdería. He leído libros de superación (claro que no he llegado hasta Coelho porque ahí sí me suicido), he buscado la respuesta en los gurús, me he hecho la carta astral de veinte maneras diferentes incluyendo sinastrías y revoluciones solares… creo en mil cosas que nadie entendería… pero sigo convencida de que valgo la hijueputa pena de que luchen por mí.

Aun así SOY una chimba. Que me desanime, jueputa… ¿quién no?... Que me nieguen el trabajo de la vida porque alguien lea estas pendejadas y me juzgue... pues muy mal. Que alguien no se tome el trabajo de conocerme y me juzgue sin saber cuál es mi caricatura favorita, pues muy mal… Pero la cagada no es mía y tampoco puedo llamar la atención más de lo debido para que me pongan cuidado: ESO sí sería ser intensa. Saludar a un tipo y preguntarle cómo está no es ser intensa, es saludar y ya. No lo estoy amarrando y llevándolo atado hacia el altar, le estoy diciendo «hola». No me crea tan pendeja, en serio.

Hoy, después de 25 (ya casi 26) años de decirme mentiras, acepté sin hipocresía y con todo
respeto hacia mí misma dos cosas:

1. Me he mentido desde que tengo uso de razón (y ya les digo porqué) y
2. Los tipos han superado sus frustraciones amorosas con el fútbol y otros deportes.

El tipo que lideraba la conferencia (por la que estoy escribiendo esto) decía hoy:
«No siempre aceptamos nuestro deseo más profundo porque sabemos que, si los demás lo
vieran, nos daría mucha pena».

El ejemplo que daba es muy sencillo: un hombre que secretamente quiere una mujer que le
lave la ropa buscará siempre una mujer que le lave la ropa. Punto. Es que es muy bonita, ah sí.
Es que es muy amable, ah sí. Es inteligente, ah sí… pero no lava ni una camisa… no me gusta y punto.

Si hay cosas sobre las que no se negocia, esos son nuestros deseos más profundos.

(Ah sí. Si yo quisiera alguien que me lavara la camisa, tampoco se los diría).

¿Pero saben qué? De pura chévere les voy a revelar mi más oscuro deseo porque sigo
pensando que me queda casi nada por perder:

Mi yo superficial desea un cómplice con el cual sorprenderme y reírme, que tire rico y que me
suba el ego lo suficiente como para sentir que tiene el suficiente interés en mí.

Siempre creí que lo que quería era un tipo para aportarle cosas y que me aportara…
pamplinadas… al menos creo que estoy dando el primer paso para reconocer que por ahí no
va la cosa. Siempre pensé que quería un man inteligente, un man juicioso, trabajador, chusco,
jodido (que me retara al menos intelectualmente, tanto como para hacerme cantar esta canción)…

(Aquí va una parte editada que solo conocen algunos amigos cercanos dignos de mi confianza).

Y aquí vamos para el punto número dos:
¿Por qué me rindo tan fácilmente yo pero no es socialmente aceptado que un tipo se rinda?
No lo sé con certeza, pero sí tengo una teoría: el fútbol.

Si su equipo ganó, pues ellos celebran.
Si su equipo perdió, cagada pero la vida sigue y ya vendrá un nuevo partido.

Clara no. Ella llora sobre la leche derramada porque este es solo un juego… pero la liga es
mayor.

O a los que les gusta el tennis: pueden pasar horas enteras viendo un partido que para otros
pareciera no acabar. ESE es el gusto, el juego en sí. El marcador va por añadidura. Pausa para llorar sobre la leche derramada con esta otra canción y pensar en las causalidades en vez de en las casualidades.

A mí ya me está entrando la pereza por jugar. De hecho, la pereza por «hacerme» la difícil me
entró como por alláááá en el 2005… y fue cuando decidí que bastaba con NO SER fácil. Así fue como me di cuenta de que con el jueguito no se logra nada, porque siempre se está esperando anotar. Cuando uno decide amar de verdad, se quita las máscaras y apuesta porque sabe que gana por punta y punta: o bien consigue ser correspondido, o aprende una lección de valentía.

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