lunes, 1 de julio de 2013

Adiós, Hebe...


La semana pasada una buena amiga mía se hizo la lipo, mi roommate consiguió un perro y, en el velorio en el que estuve hace un par de días, los temas principales fueron enfermedades y deudas. No. Eso no es lo peor. La prueba reina de que me estoy volviendo una viejita energúmena (en su segunda acepción, por supuesto) consiste nada menos y nada más en el hecho innegable de que este año no fui a Rock al parque.

Llegaron los 30 señores. Adiós bellos días frívolos... adiós... 

Y lo peor es que no nos dimos cuenta a qué horas.

¿En qué momento la vida se convirtió en una constante lucha contra el día a día? ¿En qué momento nos dejamos arrastrar por las responsabilidades? ¿o será que siempre han estado allí y hasta ahora las vemos con la suficiente claridad? ¿Será que soy como la señora boba que ilustra Antonio Caballero?

(Hacía mucho tiempo quería subir este magnífico prólogo del libro «Este país»... ahora esperemos que se vea).




(Suspiro)
Dudo que sea la única que se pregunta cómo hacíamos antes para pagar fotocopias, buses... atravesarnos la ciudad solo para dar una clase de veinte mil pesos y aún así nos alcanzaba para tomarnos una que otra pola en el bar más cercano a la universidad o incluso dentro de nuestra adorada madre nutricia.

Todo esto para decirles que me faltan cuatro años para llegar al tercer piso y, sin embargo, parece que he tenido treinta desde que tengo veinticinco... al menos fue mi pequeño descubrimiento después de leer un artículo del Malpensante en el blog de Susana y Elvira. Disfruten, mientras pueden.

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