domingo, 6 de abril de 2014

Sin anestesia: ¿El último macho alfa?

«Lo bueno es enemigo de lo perfecto», dijo ella mientras yo miraba hacia la luz enceguecedora con la boca abierta y la sensación de ahogamiento propia de los consultorios odontológicos.

Habíamos estado discutiendo el innegable hecho de que hoy en día la mujer dejó de ser la que escoge al hombre y que, más bien, ante tanta escasez de especímenes que valieran la pena, eran ellos los que tenían no una, sino dos o más opciones para ver con quién se quedaban: a qué mujer escogerían.

Entre el sonido de la fresa y la imposibilidad de respirar cómodamente, empecé a pensar que vivimos en una época triste.


«¡Mejor!», dirán muchos hombres. «¡Quedémonos con todas!» «¿Y si todas nos quieren, por qué no?».

Desde aquí puedo escuchar los 
«¿Tienes alguna idea de lo difícil que es encontrar una mujer que nos valore de verdad y con la que queramos tener sexo?».

(Pausa para explicar que la zona de amigas es tan grande hoy en día, que la aclaración sobre el sexo sí que viene al caso. Sí. Yo también me he lanzado a la zona de amigas para protegerme antes de que el tipo me mande allá. Sí. Yo también he mandado a los feos a la zona de amigos. Sí. Soy lo peor. Sí. Iré al infierno. Y sí. Tampoco me creo el cuento de la amistad genuina, pura y perfecta entre un hombre y una mujer solteros... pero ese es otro tema).

Me alegro por ustedes, chicos. En serio. Qué bien que ya no tengan que pagar todas las cuentas, ser los que inician siempre las conversaciones online o hacerse los que no pueden llorar. Todo eso me parece hasta aceptable. ¿Pero, saben qué? Tarde o temprano tendrán que escoger.


Y para su desgracia, y saben que así es, la mayoría de las veces escogerán a la persona que no los trate bien. Lo sé porque, desde que sus madres les negaron el pecho, empezaron a creer que el rechazo era sinónimo de amor. Lo sé porque, entre otras cosas, es el patrón de comportamiento con el que tengo que lidiar en esta vida: no saber decir sí (unas veces porque me da pereza correr detrás del tipo, otras por mi excesivo orgullo y otras porque cuando me gusta mucho alguien me vuelvo bipolar y termino diciendo que no, tal vez para probarme un punto y es que no estoy para cobardes que huyen la primera vez que los ignoro... Después sufro y digo que soy una inmadura por ponerle trampas inexistentes al amor... y luego me acepto como inmadura emocionalmente, para volver a mi constante y aburrida vida en la que sueño que los tipos me adoran y no pueden vivir sin mí. Pero shhhh).

Pero, para mi desgracia, parece que que hay algo aún más atrayente que la palabra «No» y es no hacer nada.

Volviendo a mi interesante vida, (Ouch! la fresa me acaba de tocar un nervio)  cada cierto tiempo aparecen los tipos extrovertidos vestigios de los últimos alfa, detrás de los cuales yo no hago fila (como S, como C, como J, como T, como F...) que un día me ven feliz haciendo nada y no pueden resistir la tentación de tirarme migajas a ver cómo reacciono. 

Siempre es lo mismo. Uno está tranquilo y «les pica»En mi caso este modus operandi masculino es casi como una materia que no he entendido y que siempre me toca repetir con diferente profesor... El problema es que, una vez que mata el tigre, el profe se asusta con el cuero porque yo termino respondiendo con sarcasmo y pocos hombres hoy en día saben cómo lidiar con una alfa.


Y entonces uno quisiera cometer el peor suicidio emocional de todos: mirarlo a los ojos, gritar 
«¡Jerónimoooooooo!» mentalmente y decirle:

«¿Sabes qué? Cero y van dos (o mil) veces que tienes la oportunidad de elegirme y no lo haces».

O incluso algo un poco menos sangriento como lo que acabo de leer por ahí:

«"Solo quiero a alguien que nunca deje de elegirme". Si sigues eligiendo a las mujeres que crees que podrás dominar, terminarás siendo tú el lastimado, especialmente si son del tipo Sprite, maestras del disfraz de solapadas».

Pero eso nunca pasa.

Está bien. Acepto que mis fracasos sentimentales se deben a que no puedo fingir ser una mujer común y muestro muy pronto lo alfa que soy. Entonces tengo que quedarme con los beta que tienen cero iniciativa (vuelve y suena la fresa de fondo) o esperar a que llegue un alfa con dos dedos de frente y que no se asuste porque me falta la muela del juicio... y esperemos que pueda tolerar sus defectos porque «De lo bueno, bueno... no dan tanto» o en otras palabras, «Lo bueno es enemigo de lo perfecto».

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